La jarra del sacrificio fundacional de la termas de Allon es la jarra del arúspice. Los arqueólogos encontraron esta jarra, de gran valor simbólico, en la zanja en la que se pusieron los cimientos de las grandes termas públicas altoimperiales del municipio romano de Allon. En su interior se encontraron los restos de un lechón y el cráneo de un perro pequeño, sin duda sacrificados por un augur de la ciudad para tomar los augurios sobre la construcción del nuevo edificio. Los animales sacrificados, de acuerdo con la tradición romana, debían de ser de color blanco.
Esta jarra de una asa y boca plana (que los arqueólogos solemos llamar “olpe”) está decorada con pintura roja a base de óxido de hierro y, aunque se puede fechar hacia finales del s. I d. C., es una evolución tardía de la decoración de la cerámica ibérica. Vemos una serie de aves (por el cuello, deben ser buitres) con las alas desplegadas, volando de izquierda a derecha, lo que los romanos consideraban un augurio favorable (recuérdese la leyenda de los fundadores de Roma, Rómulo y Remo). Al volar, dejan tras la cola una estela de bucles de aire que nos recuerdan a la forma de representar un movimiento rápido en los modernos dibujos animados.
La jarra es el testimonio de un evento muy importante para el municipio. A un sacerdote municipal le tocó el honor y la responsabilidad de descubrir si los dioses aprobaban la fecha prevista de construcción de las nuevas termas públicas, un edificio monumental que suponía una gran inversión. Este sacerdote, conocido como arúspice, sacrificó un perrito y un lechón blancos para interpretar la voluntad de los dioses a partir de sus tripas. El arúspice escogió cuidadosamente la jarra, donde los buitres vuelan desde la izquierda. Este dibujo representa otra ceremonia, muy antigua, que se hacía para "tomar los auspicios". La palabra "auspicio" viene de auis (ave) y spicio (mirar), así que consistía en mirar el cielo para ver volar las aves. No sabemos si también se realizó esta ceremonia para las termas, pero imaginemos que sí, ya que explica la decoración de la jarra.
En los auspicios cada paso tenía un sentido. No convenía enfadar o malinterpretar a los dioses: equivocarse o saltarse un solo paso, podía traer terribles consecuencias. Para empezar, había que buscar un lugar elevado, con buena vista del cielo y que estuviera dentro del recinto de la ciudad. Seguramente, los alonitas tenían un lugar fijo para estas ceremonias, un "auguraculum". Seguidamente, el augur tenía que colocarse mirando al sur, lo que en Allon significaba mirar hacia el mar. Y dividía el cielo en cuatro partes con su lítuo, el bastón curvo que después pasaría a los obispos cristianos. Después se sentaba a esperar el mensaje de los dioses, ante la expectación de todo el vecindario. Era un acto solemne, los dioses iban a pronunciarse.
Probablemente el resultado fuera favorable, ya que se procedió a su construcción. Si las aves venían del este era una buena señal, sin duda, pero el este está a la izquierda si miras hacia el mar. Y para la cultura romana la izquierda era la sinistra, es decir, el lado malo o siniestro. Sin embargo, los dioses enviaban las aves desde su derecha y, por lo tanto, los mortales la veían aparecer desde el este.
Alt.: 207 mm; diám. boca: 69 mm
Nº inv. Vilamuseu 008303